viernes, 25 de febrero de 2011

Bombero por un día

Por Fred Durso/NFPA

Yo pensaba que era imposible aumentar 50 libras en 20 minutos. Pero eso es lo que sucedió a principios del otoño, cuando me calcé el traje de bombero—y todo el equipamiento que viene con él.

Mi ingreso al combate de incendios vino de la mano de Fire Ops 101 (Operaciones de Incendio 101), un programa de pruebas en la Academia para el Combate de Incendios del Departamento de Bomberos de Massachusetts.

El programa de un día de duración, llevado a cabo a fines de octubre, prometía mostrar a miembros del personal de la NFPA, incluyéndome, operaciones de incendio y rescate participando de simulacros reales.

Organizado por Ken Willette, Gerente de la División de Protección Pública contra Incendios de la NFPA, el evento fue diseñado para demostrar cómo las normas NFPA impactan en los bomberos.

“Los participantes experimentarán en carne propia cómo nuestras normas se traducen de criterios escritos a productos utilizados por los bomberos en forma diaria en todo el mundo,” dijo Willette.

“Ese es el impacto que la NFPA y sus empleados tienen en todas las divisiones y departamentos —dar apoyo al desarrollo de normas para hacer que las vidas de todos, incluidas las vidas de los bomberos, cuenten con mayor seguridad”.


Entrevisté una gran cantidad de oficiales del cuerpo de bomberos, tanto en la NFPA y como periodista en Filadelfia, pero nunca comprendí del todo la resistencia física que los bomberos deben tener y los obstáculos que enfrentan en su trabajo. ¿Qué mejor forma de experimentar esos desafíos que en carne propia, convirtiéndome en bombero por un día?.

Definitivamente sentí las piezas del equipamiento a medida que me calzaba el equipo para el combate de incendios, pero toda esa protección también me hizo sentir cada vez más inmóvil: pesadas botas negras; depósito metálico de aire amarrado a mi espalda; gruesos guantes; una mascara que cubría mis ojos, nariz, boca y oídos; casco; amplios pantalones contra incendios con tirantes rojos; una chaqueta contra incendios marrón con refractarios amarillos cubriendo mi sudado atuendo de civil.

El sólo hecho de vestirme era un trabajo en sí mismo. Cuando finalmente aseguré el aparato de respiración a mi máscara, empañada de tanto jadear, sonaba como el psicópata Michael Myers respirando a través de su máscara en la saga de terror “Halloween”.

Estaba ansioso y entusiasmado en mi nuevo uniforme, pero no tuve mucho tiempo para aclimatarme.

Antes de que pudiéramos familiarizarnos con todo nuestro equipo, a 26 colegas de la NFPA y a mí nos informaron sobre cómo serían las actividades del día y nos dieron información sobre las instalaciones, las cuales irónicamente sufrieron un devastador incendio en 1982.


Ahora en la última parte de una remodelación de $42 millones, el Departamento de Bomberos de Massachusetts, del cual forma parte la academia, incluye oficinas administrativas, salones de clase, una estación de bomberos de cinco plataformas, edificios para simulacros, y una escuela para entrenamientos de incendio producidos por gas.

El Inspector de Bomberos Estatales Stephen Coan, que estaba presente, nos llamaba a mí y a mis camaradas de la NFPA “conejillos de indias”, dado que Fire Ops 101 era una prueba tanto para la NFPA como para el Departamento de Bomberos del estado. Asistiríamos a un curso intensivo de un día de duración, de un programa de entrenamiento para bomberos de 12 semanas. Coan espera reproducir un programa en Maryland que permita a los legisladores del estado calzarse el traje por un día con el fin de acercarles una mejor comprensión de los rigores del combate de incendios.

“Rigores” por llamarlo de alguna manera sutil. Durante nuestra familiarización con los aparatos de respiración autónomos (SCBA, por sus siglas en inglés), aprendí sobre las limitaciones del equipamiento, incluido su limitado suministro de aire y el efecto que tiene en nuestra capacidad para movernos y comunicarnos.

“Siempre digo que el combate de incendios es un deporte de contacto”, dijo Sean White, el coordinador asistente de la academia para el entrenamiento de reclutas. “Para que puedan comunicarse con alguien, deberán atraerlo hacia ustedes. Es muy difícil hablar mientras se usa este equipo”.

White estaba en lo cierto. El grupo de la NFPA fue dividido en cuatro cuadrillas, y mi primer ejercicio fue el de completar una búsqueda en un simulacro de búsqueda y rescate dentro de un edificio gris desprovisto de luz.

Con mi aparato de respiración, tuve que inhalar profundamente para llevar el suficiente aire a mis pulmones. Intenté hablar con mi compañero, el ingeniero electrónico Mark Cloutier de NFPA, pero mi máscara apagaba mi voz.


El entrenador me alcanzó una barra de Halligan, una herramienta para bomberos utilizada para fines múltiples, parecida a una palanca, y le dio a Cloutier un hacha.

En cuatro patas, guié el trayecto hacia el edificio con Mark detrás de mí, aferrado a la pierna de mi pantalón.

Coloqué la barra de Halligan en el suelo y la moví en la oscuridad frente a mí, chequeando que no hubiera víctimas u obstrucciones mientras mi mano derecha tanteaba el muro, una táctica utilizada por los bomberos para hacerse un mapa mental del área mientras ubican las posibles salidas.

Mark hizo lo mismo con el mango del hacha, pero la movía hacia su izquierda. Sentí una escalera que eventualmente subí—en cuatro patas—en la oscuridad. Incapaz de ver, mi pulso y mi respiración se intensificaron. En el segundo piso, Mark jaló de mis pantalones. Había descubierto una “víctima”—una pila de viejas mangueras de incendio en forma de persona. Misión cumplida. Nos quitamos las máscaras y respiramos aliviados.

Antes de que pudiéramos recobrar el aliento, mi grupo fue enviado a otro edificio, donde nuestro próximo desafío era el manejo de las mangueras de incendio abriéndolas y cerrándolas.

En grupos de tres, nos turnamos para sostener las mangueras cargadas de uno y tres cuartos de pulgada —con una presión de 100 libras por pulgada cuadrada— y pulverizar el agua frente a nosotros. Sujetar firmemente a esta bestia, especialmente al momento de dispararse el agua, al principio fue como intentar controlar a una movediza boa constrictor.


Cuando llegó el momento en que yo debía tomar la delantera, y abrir el agua, temía golpear a alguno de los oficiales de bomberos que se encontraban parados peligrosamente cerca del chorro; lo ultimo que quería hacer era empaparlos en su propio terreno. Afirmé la manguera lo mejor que pude, abrí la boquilla, y me las arreglé para mantenerla lejos de nuestros anfitriones. Otra tarea completada con éxito.

En el aire en el piso

Casi de inmediato, nuestro instructor nos dio nuestra próxima misión: subir la pesada manguera tres pisos por escalera en otro edificio débilmente iluminado, sacar el cabezal de la manguera por una ventana del tercer piso, y abrir el agua. Pensé para mí, ¿Otra vez?

No tuvimos demasiado tiempo para procesar esta nueva orden. Algunos de mis compañeros de equipo tomaron la punta de la manguera y corrieron escaleras arriba, mientras otros comenzaron a serpentearla dentro del edificio.

Yo era el último de la fila, lo que significaba que debía traer continuamente partes de la pesada manguera hacia el interior del edificio, donde comenzaba a serpentear escaleras arriba.

El sudor me empapaba el rostro a medida que mi instructor me gritaba para que continuara trayendo la manguera hacia el interior del edificio.

Ya me habían advertido sobre ubicarme entre la manguera y el muro de la escalera, dado que podía quedar atrapado si tiraban de la manguera repentinamente desde arriba, pero la intensidad de la situación eventualmente sacó lo mejor de mí.

A medida que trepaba los escalones hacia el tercer piso, me encontré exactamente en la situación que mi instructor me había advertido que evitara. La manguera de repente se sacudió, golpeándome contra el muro; por un momento estuve atrapado, y debí luchar con la manguera para poder escapar. Cuando finalmente llegué al tercer piso, encontré al resto de mi equipo fatigado y acalorado.

Pero habían logrado subir la manguera por la escalera, asomar la lanza por la ventana y abrir el agua—otra misión cumplida. Corría el sudor por mi rostro, y moría por un poco de aire fresco. Peleando contra la claustrofobia, me desconecté la mascara, respiré sofocadamente, y agradecí por la brisa fresca.

Nuestra próxima lección se centró en la importancia de los sistemas de montantes. Un piso más abajo había una manguera conectada a un tubo montante. Nuestro objetivo consistía en llevar la manguera cargada del segundo al tercer piso, y nuevamente, descargarla por la ventana. Esta vez, nadie quedó sin aliento—y la lección sobre la utilidad de los montantes no se nos perdió.


Tomándonos un descanso de algunas de las más extenuantes actividades del día, nos dieron una clase sobre el camión de escalera, incluida la cesta lateral, los estabilizadores que mantienen firme al camión y evitan que se incline cuando se está utilizando la cesta, y más.

 Al intentar acercar la cesta a un área o edificio específico, aprendí que como conductor quien controla la máquina no se supone que deba ascender la cesta directamente al área, sino más bien ascenderla antes de descender la cesta en forma diagonal al área objetivo—así hay menos posibilidades de que golpee contra el edificio.

La lección concluyó con un paseo en la cesta del camión; además de nuestro instructor, que controlaba la cesta, tres participantes de la NFPA por vez, se amarraban antes de ser elevados hasta el techo de una torre de entrenamiento de seis pisos, donde bajábamos. La vista era bonita, pero yo estaba impaciente por bajar a tierra y apagar algún fuego verdadero.

Mi deseo fue concedido. Nuestro ejercicio trataba sobre el manejo de los extintores para tres tipos de incendios: combustibles comunes en un cubo de basura, un incendio de grasa en lo que fue esencialmente una gran sartén, y un motor eléctrico que se prendió fuego.

Admito que nunca había usado un extintor, pero la sigla que nos dio el instructor PASS (en inglés: P, pull, jalar la clavija; A, aim, apuntar la boquilla hacia la llama; S, squeeze, apretar el gatillo, y S, sweep, o desparramar el agente sobre el fuego). resultó muy práctica durante el ejercicio, y pude extinguir todo el fuego sin ningún tipo de problema.

El último evento del día fue el de observar qué tan rápido puede propagarse e intensificarse un incendio—este era un fuego demasiado grande para ser apagado con un extintor. Todos los participantes de la NFPA, con la vestimenta y equipamiento completo, se reunieron afuera alrededor de un pequeño cuarto independiente de madera, cuyas dimensiones rondaban los seis pies por ocho, con una entrada abierta.

El cuarto contenía unas paletas de madera, una TV, y paja desparramada. Mientras los bomberos le prendían fuego al cuarto, el Gerente de División de la NFPA, Rich Bielen y yo sosteníamos cámaras de imagen térmica a unos 10 pies del fuego y veíamos cómo aumentaban las manchas rojas en nuestros visores. En el pico del incendio, las cámaras registraron la temperatura en la parte superior del cuarto a unos 1.500 grados.

La fuerza del calor aumentó intensamente, y tuve que alejarme. En apenas unos minutos, las llamas parecían incontrolables. Una vez que los bomberos —los profesionales, nosotros no— pulverizaron el cuarto, nos dijeron que observáramos cómo el color del humo cambiaba de negro a gris, indicando que el agua estaba reduciendo las llamas de manera efectiva. Aún cuando los bomberos controlaron el fuego, continuaba saliendo humo de la entrada.

Era increíble cuánto daño había producido el fuego en tan poco tiempo, a pesar de que los muros del cuarto, sorprendentemente, aún parecían intactos. Con el entrenamiento completo, pude finalmente sacarme el uniforme; había estado usándolo por seis horas, y liberarme de él de repente me hizo sentir más liviano.

Más tarde escuché de Willette que los códigos NFPA habían jugado un papel importante en mi protección a lo largo del día. Mi equipo de protección personal, y el resto del equipo que había usado, cumplía con las disposiciones de un conjunto de normas NFPA, incluidas la NFPA 1961, Mangueras de incendio; NFPA 1964, Boquillas rociadoras; NFPA 1971.

Vestimenta de protección para el combate de incendios estructurales y combate de incendios de proximidad; y NFPA 1981, Aparatos respiratorios auto-contenidos de circuito abierto para incendio y servicio de emergencia. La torre aérea que me transportó al techo del edificio de seis pisos fue diseñada mediante el uso de la norma NFPA 1901.

Vehículos automóviles para el combate de incendios. La NFPA está considerando la organización de otro curso para su personal, posiblemente en la primavera, y un programa similar sobre ”las normas en acción” en la NFPA Conference & Expo, programada para el 12 al 15 de junio de 2011, en Boston, donde se hará una demostración de los equipos a los miembros de la NFPA.

Sabía que las actividades del día serían tanto extenuantes como apasionantes, pero mientras manejaba de regreso a mi departamento en Boston no podía creer lo agotado que me sentía. Sólo puedo imaginar cómo debe ser esa tarea cuando están exacerbadas por situaciones reales de incendio y de vida o muerte. Tanto los hombres y mujeres que se dedican a esta actividad —al igual que las organizaciones que apoyan su trabajo como la NFPA— inspiran el mayor de los respetos.

Tomado de la Revista NFPA